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Tal vez le habría gustado a Quique González que, entre el público que anoche casi llenaba la sala Narciso Yepes del Auditorio Regional de Murcia, algún espectador se hubiera levantado de su butaca y con voz potente, seca e indignada hubiera soltado aquello de "¡¡¡Judas!!!". Si, además, este hipotético espectador hubiera dado a la palabra la adecuada entonación inglesa, algo así como "¡¡¡Yudas!!!" (ˈdʒuːdəs) en lugar de "¡¡¡Judas!!!", la escena no podría haber sido más evocadora. A la puesta en escena de siempre y a la incorporada en los últimos años, menciónese la armónica al cuello en unos pocos momentos, la camisa y el chaleco, la pequeña guitarra acústica Martin del Dylan mesiánico de aquellos años, la versión menor castellanizada de un tema menor del propio Dylan y las letras que quieren y no pueden llegar al judío de Minnesota, se le añadiría la guinda del paspel. Ahora sí, Quique González podría ser considerado el poeta del rock castellano y el niño rebelde (enfant terrible) de la música contemporánea, y no solo por grabar discos de pretendida influencia americana en tierras americanas.
Ignoramos cuál habría sido la reacción del artista ante esa situación posible pero, todo hay que decirlo, poco probable. No sabemos si, igual que entonces, se habría acercado al micrófono y sin mirar al público habría recordado eso de "I don't believe you" para, segundos después, "you're liar", y rematar el improvisado coloquio con una efusiva orden al batería de "Play fucking loud!!!", e iniciar seguidamente Like a Rolling Stones. Podemos divagar si la canción elegida para tan emotivo momento habría sido Miss Camiseta Mojada o cualquier otra de sus discos anteriores, pero la reflexión no aportaría nada nuevo.
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A falta de un Like a rolling stone que llevarse a los oídos y que zanjara la discusión sin lugar a la duda, Quique González habría tirado de memoria y nostalgia, recurso que ha utilizado en sus últimos tres conciertos en el auditorio (2007, 2011 y 2013), para recordarnos que sí, que ahora estamos en butacas y con un sonido rico en matices (al menos en teoría), pero que hubo un tiempo, allá por el principio de siglo, y un concierto, La Puerta Falsa, donde las cosas no siempre fueron así. Lo vuelvo a mencionar: ha sido el propio Quique quien lo ha recordado en cada uno de esos tres conciertos al iniciar alguna de las viejas canciones diciendo algo así como "esta canción para los que estuvieron en aquel concierto de La Puerta Falsa". Y es en su tono nostálgico de voz donde parece sentir una cierta culpa por el paso del tiempo y como éste lo ha terminado por convertir en una pequeña estrella de masas que, quizás, él no siempre ha buscado, al menos no de una forma directa, pero que de alguna forma sí ha incentivado. Resulta cuando menos curioso que al hacer Quique esa pequeña concesión al pasado y entonar, a mi entender, esa pequeña confesión de culpa por la erosión inevitable en su carrera del paso del tiempo, el público, o una gran mayoría del público, parezca asentir y darle la razón como si todos recordásemos aquel concierto de La Puerta Falsa. Seamos realistas, por la dimensiones diferentes del recinto, muy pocos de los que estuvieron aquella noche (¿cien personas?) estaban ayer en el auditorio (¿mil personas?), por no decir que una gran parte no habría realizado todavía la primera comunión y la otra gran parte no habría oído mencionar su nombre al no sonar todavía en las radio-fórmulas.
Es en ese momento, o creo que debería ser en ese momento, tras recordar el tiempo pasado que ya no volverá, cuando alguien que hubiera estado en aquel concierto de hace unos diez años se debería haber levantado de su butaca para con voz potente, seca e indignada haber lanzado aquello de "¡¡¡Yudas!!!".
No debe preocuparse, no obstante, Quique González. La rebeldía o el inconformismo light de sus letras no llegará a tanto. Valga como ejemplo, el instante en que el ambiente se animó un poco y una docena de chicos y chicas universitarios se acomodaron en el pasillo de primera fila y en las escaleras de acceso para ver más de cerca a su ídolo, y para verlo en pie. Por momentos, parecía que el concierto tomaba otro cariz y que ahora sí, el Rock Américano, el Country, el Blues del Delta tantas veces mencionado, poseería a un público, en su mayor parte poco exigente y entregado desde antes del concierto, en un idilio con el artista hasta los aplausos finales. Pero, tras la canción animada y coreada por las mil voces del auditorio, volvió el turno de pausar el concierto y centrarnos en los detalles de la banda que, precisamente anoche, no terminaron de sonar. Los chicos siguieron allí esperando mientras observaban los acordes de los dos guitarristas que la mayor parte del tiempo tocaban lo mismo, cada uno en su guitarra respectiva, aunque uno de ellos alternara otro tipo de instrumentos, violín incluido. Cabe preguntarse si eran necesarias tres guitarras sobre el escenario (la de Quique incluida) así como la imposibilidad de tocar dos canciones seguidas con la misma guitarra para los sonidos que anoche escuchamos pero, sin querer pecar de ignorancia, otros serán los que abran ese debate, no sé si del todo necesario. Volviendo al tema de los chicos allí de pie "invadiendo" las zonas no numeradas del auditorio, fue entonces cuando apareció la chica mona que hacía las veces de acomodadora y dirigiéndose a ellos en un tú a tú de edad y todo eso, recordárles que allí no podían permanecer y que debían volver a sus butacas por el bien del espectáculo. Ante la voz educada, sin pretensiones de rebeldía, las aguas volvieron a su cauce.
Quizás a este chico alguien debería soltarle aquello de ¡¡¡Judas!!! en alguno de esos teatros o auditorios donde tiene a bien convocarnos. En todo caso, no olvidemos que, al fin y al cabo, esto no es más que un negocio, que la cosa va de vender discos y vender entradas ("los números no fallan"). Y que hay que pagar a los músicos y el aire acondicionado de los recintos, aunque ayer el presupuesto no llegara para esto último en una noche que Murcia recibió sobre los treinta grados. Que podemos revestirlo de bonitas palabras, de Rock and Roll, autenticidad, y todo ese rollo del artista y su obra. No estaría de más que ahora que Dylan anuncia gira invernal por Europa y parece ignorar otra vez España, recordara los conciertos de 2004, 2006 y 2008, y analizara los motivos de no volver a nuestras tierras desde entonces. Debería recordar que a Dylan vamos a verlo aunque salgamos decepcionados del concierto y que es imposible agradar a todo el mundo. El arte sin riesgo es marketing y el marketing con arte sigue siendo marketing, o al revés, no estoy seguro.
Le habría gustado a Quique González que anoche alguien entre el público hubiera gritado "¡¡¡Judas!!!" para asemejarse, cada vez más, a su admirado héroe. Aunque él sabe que, de haber ocurrido, no sería exactamente por los mismos motivos de hace 47 años. Y eso, mal que le pese, debería ser un problema ("tús ídolos sí").
Así son las cosas y así se las hemos contado.
Le habría gustado a Quique González que anoche alguien entre el público hubiera gritado "¡¡¡Judas!!!" para asemejarse, cada vez más, a su admirado héroe. Aunque él sabe que, de haber ocurrido, no sería exactamente por los mismos motivos de hace 47 años. Y eso, mal que le pese, debería ser un problema ("tús ídolos sí").
Así son las cosas y así se las hemos contado.
jdlc
Apuntes:
- No tengo claro el modelo de guitarra que utilizaba Dylan en el set acústico del año 66.
- Creo que es una Gibson. En todo caso, el modelo es reconocible, de cuerpo pequeño y más parecida a una guitarra española que a la acústica americana.
- Está por internet y hay una página (alguna vez la he visto) donde se mencionan las guitarras utilizadas por Dylan en diferentes épocas.
- Tampoco tengo claro si la que lleva Quique es una Gibson o una Martin. No importa: una acústica pequeña parecida a una guitarra española.
- Ignoro si Quique González sonó en las radio-fórmulas por la época de sus primeros conciertos en Murcia, pero creo que se entiende a qué me quiero referir.
Complemento: Crónicas de Motel por Jam Albarracín. Aparecido en La Verdad 16 junio 2013.
Quique González. Calificación: interesante.
Carreteras secundarias, botas polvorientas, mecedoras en el porche, amores de paso fugaz, predicadores y tragos solitarios. Conocidas crónicas de motel de tipos duros con corazones rotos. Escenas con denominación de origen tan americano como la salsa barbacoa, pero igualmente tan asumidas que a nadie resultan extrañas. Es sobre esas partituras-autopistas sobre las que Quique González Maneja su carro de tres guitarras, eficaz base rítmica y melodías de sencilla seducción. Lo hace con corrección, entrega y honestidad, pero sin brillantez. Sin innovación ni error. Sin genialidad ni sorpresa. Así transcurrió el concierto de presentación en Murcia de "Delantera Mítica", con un auditorio casi lleno de un público encantado de estar ante el máximo exponente español del folk-rock americano. Curioso: si al día siguiente tocase John Hiatt en una sala e Ismael Serrano en otra, casi todos irían a ver al segundo.
Siempre se apela al resbaladizo concepto de honestidad -algo también muy típico del rock americano- para referirse a Quique González, pero todos lo aceptamos como válido. Sus canciones estructuralmente son básicas: estrofas, puente, estribillo y un verso clave que tiende a repetirse cual letanía final. Argumentalmente tampoco hay mayor misterio: historias de amor y carretera en las que el protagonista finalmente acaba mordiendo el polvo. Y literariamente se trata de una sucesión de tópicos del rock and roll salpicados, ahora sí, por algunas frases logradas. Tampoco hablamos de un gran cantante -su manera de arrastrar las palabras remite a Dylan-, pero lo cierto es que el global de todo acaba funcionando muy bien, quizá porque Quique lo esgrime con credibilidad, con suficiente grado de emotividad y con un buen acompañamiento. Músicos notables tocando acordes sencillos: una combinación ganadora.
Le costó al madrileño, no obstante, conquistar el Víctor Villegas. El sonido excesivamente FM del inicio impedía entender sus letras y la gente se lo afeó a gritos al técnico de sonido quien, dos broncas del respetable más tarde, por fin acabó dando con la mezcla adecuada. Casi una anécdota en un concierto de más de dos horas, iniciado en clave rock con hasta cuatro canciones de su última entrega ("La fábrica", "Parece mentira", "¿Dónde está el dinero?" y "Viejos capos") y que progresivamente se afianzó en esos territorios de medios tiempos folk en los que tan cómodo se encuentra. En realidad fue ahí donde se desarrolló el grueso del concierto, con un hueco a solas para interpretar su adaptación al castellano de "Is your love in vain?" de Bod Dylan (!qué maravilla!) y "Pequeño rock and roll". Retomada la electricidad en la recta final, adiós al bostezo con "Kamikazes enamorados", "Suave es la noche" y "Hotel los Ángeles". Despedida, vuelta al ruedo y un bis de cinco temas iniciado con su último single, "Tenía que decírtelo".
Quique González es como el algodón de Dom Limpio: no engaña. Su propuesta no es original, pero tiene buenas canciones -no me olvido de "Pájaros mojados", momento álgido del show- y las interpreta con convicción. Suficiente. Bien. Incluso.
Jam Albarracín.
La Verdad. 16 junio 2013.
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