Porque, en el fondo, todos soñábamos
con manejar aquellas naves estelares que surcaban el cuerpo humano
limpiando la suciedad y combatiendo los virus y parásitos y
bacterias. Todos queríamos jugar a ser leucocitos en los dibujos
animados de la infancia. Pero han sido otros los que han alcanzado
ese sueño, sin ellos saberlo. Esos que ahora manejan sus bicicletas
tuneadas con cestas y remolques por el centro de la ciudad
inspeccionando cada contenedor de basura, en un proceso de reciclaje
moderno que se resume en comer lo que otros ya han
comido. Convertidos en leucocitos contemporáneos. Porque, en el
fondo, si fuésemos honestos, nada nos costaría detenerlos para
exigirles la devolución de nuestros sueños.
jdlc, 24 diciembre 2014