Era el año 98. Octubre o
noviembre del año 98. Estaba en primero de carrera. No conocíamos
nada. La frase estaba escrita en la mesa de madera. Apenas tres
líneas escritas a lápiz. Parecían versos de un poema. Unos versos
extraños de un poema. Quizás, un poema muy extraño.
Máscaras, agonías,
resurrecciones,
destejerán y tejerán
mi suerte
y alguna vez seré
Robert Browning.
La letra era inclinada.
La típica letra de no mantener recto el cuaderno, pero en una mesa
de madera. Todo era muy confuso, o ahora me parece muy confuso. Algo
similar a niebla que lo difuminaba todo.
En aquella época no
conocíamos nada. Después, unos meses después, leeríamos un libro
pequeño de narraciones. En un bar, una noche alguien comentó lo del
libro de arena y yo lo entendí como algo real y lo interesante que
sería. No lo entendí como una imaginación o una ficción, pensé que me estaban contando algo real.
Pensé lo complicado de llevarlo a la práctica y la imaginación del
autor para materializarlo. No sabía que, en el fondo, todo aquello
prefiguraba a Dios.
Después, muchos años después, leímos el poema. Los tres versos de la mesa de madera estaban al final y quizás fue la imagen de Robert Browning la que trajo el recuerdo y la emoción del recuerdo. Podríamos haber llorado entonces, pero seguíamos sin conocer nada.
jdlc, 14 junio 2016
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