miércoles, 31 de agosto de 2016

Crónica 70

WineFandango, Logroño
jdlc
Después de tantos años, escuchas el inicio de la tercera sinfonía de Beethoven y la música evoca esa eternidad  que podemos asir mediante recuerdos y que espera el inicio del tiempo o el nacimiento de la belleza. Pero no es lo mismo, me digo, no son lo mismo ahora aquellos pros y contras de entonces.

jdlc, 31 agosto 2016

Pros y contras
(Este poema apareció publicado en la revista Espinosa. Revista de filosofía. Año II, no5 Murcia. Otoño 2003/Invierno 2004. Depósito Legal MU-2552-2001. I.S.S.N: 1578-6161)

Pongamos los pros y los contras
en la mesa, para que, más tarde,
cuando analicemos despedidas
no nos arrojemos injurias,
insultos u otras tonterías.


Hablemos de los pros y los contras
para ver si somos compatibles
y si el tiempo nos deparará
banquetes felices o tristes
sepelios matutinos.


Busquemos los pros y los contras,
no por miedo a comprometernos
a un amor de perfiles dudosos,
más bien, como medida aprobatoria
de que tú, de que yo, además
de posibles amantes, fuimos y somos
seres independientes.


Analicemos los pros y los contras
dando importancia a los primeros
e intentando obviar los segundos,
reconociendo, que si al final,
los pros sucumben ante los contras
no fue por intereses escondidos
sino por las fuerzas desconocidas
que el amor no llegó a materializar.


Y cuando los pros y los contras
nos definan, y nos unan
o separen mutuamente,

déjame aclararte
que sólo tuve
o tengo
un contra.
Saber que después
de tantos años
analizados y buscados
tus pros y tus contras
no llego a comprender
dónde dejaste tus contras
y quién o quiénes
me cegaron para sólo ver
tus pros relucientes.


jdlc, verano 2003

viernes, 19 de agosto de 2016

Crónica 68

Museo Picasso, París.
jdlc

(Se reproduce, a continuación, un diálogo en la nube tras la Crónica 67  con mi compañero y amigo Fernando Inglés Bonilla)

ÉL: Las crónicas dadaístas de Juan de la Cruz: darle a «Me gusta» sin entender un pijo. Algo así como lo que dijo The New York Times sobre La Faraona, “Lola Flores, una artista española, no canta ni baila, pero no se la pierdan”. ¡Un genio! 

YO: Acabo de llegar de París y me encuentro tu nota/apreciación sobre mis crónicas... y citando el New York Times sobre nuestra folclórica más internacional... parecer que se hace algo... 

ÉL: La comparación podría parecer dadaísta, pero no puede ser más sincera: ni ellos entendían a Lola Flores ni yo te entiendo a ti, lo cual no nos impide ni a ellos a mí una cierta admiración. En seguimiento.

Crónica 69

Tumba de Julio Cortázar en Montparnasse
jdlc

Hemos comido en el Jardin des Tuileries mirando la gente pasar y los niños que juegan con las estatuas y en el pequeño estanque de agua. Me fijo en el muchacho que realiza posturas imposibles sobre la hierba y pienso que debe ser algún ejercicio o postura de yoga. También en los muchachos con el torso descubierto que toman el sol y las personas que están leyendo en los bancos de piedra. Nos ha gustado todo ese rollo de las sillas de hierro verdes, que después comprobaremos en otros jardines de París, pero no ha sido posible encontrar ninguna libre en la parte del jardín donde estamos. Podemos ver la noria pequeña y la feria y el movimiento de personas en esta hora de la comida, inverosímil por el calor en nuestra tierra de Murcia. 

Hoy es el primer día de nuestro viaje a París y no tenemos nada previsto salvo caminar y esperar que la ciudad nos acoja o que salga a nuestro encuentro. Mañana empezaremos a visitar los museos, las iglesias, a poner sensaciones a todo eso que ya hemos visto en libros y revistas, a todo eso que hemos leído y que otros nos han contado. Pero hoy es el tiempo quien nos tiene a nosotros y terminamos, frente al Musee du Louvre, asomándonos al Sena. 

Caminamos por el margen izquierdo en la dirección de las aguas y en el Pont Carrousel bajamos hasta la orilla y hacemos ese trayecto bajo los árboles, sintiendo la presencia milenaria del agua. Entonces llegamos al Pont des Arts y recordamos Rayuela y esa enigmática frase inicial, "¿Encontraría a la Maga?". Debieron ser aquellos tiempos muy diferentes a los de ahora. Los casi sesenta años habrán llenado estos lugares de turistas que apuran el segundo y la fotografía ansiando la eternidad, habrán llenado los lugares de una comercialidad artificiosa que elimina cualquier atisbo de naturalidad. Pero pensamos en Rayuela y la hipotética Maga asomada al río sobre el petril de hierro del puente. La Maga de ficción que tal vez recorrió estas mismas calles que ahora estamos recorriendo nosotros y sintió la presencia mágica de la ciudad.

Es entonces, cuando llegamos al Pont Neuf y ya podemos divisar la parte superior de las torres de Notre Dame, cuando tomamos el metro para adentrarnos en las profundidades y salir minutos después en el distrito de Montparnasse. Hay, en una esquina, una indicación del cementerio pero hay que intuir su presencia más adelante, cuando dejamos atrás las cafeterías con las mesas redondas y pequeñas y las sillas que miran hacia la calle como si miraran o esperaran una representación teatral. Entonces divisamos la pared cubierta de vegetación y uniforme a lo largo de cien o doscientos metros, como algo diferente entre los edificios que se suceden, monótonos, con la misma estructura y estilo. Es el cementerio de Montparnasse.

Hay en la entrada un tablón que muestra el plano del cementerio salpicado de círculos con números y en un lado la relación de cada número con las personas más o menos conocidas que hay enterradas. Buscamos el número de Julio Cortázar y podemos figurarnos en la distancia la posición aproximada. Nos percatamos que también está enterrado Jean Paul Sastre y está justo en la entrada del cementerio, apenas a diez o veinte metros de donde nos encontramos. Los visitantes han dejado sobre su lápida los billetes de metro y una piedra encima para evitar que el aire los aleje. 

Caminamos en línea recta y en el centro vemos la plaza que distribuye el cementerio. La tumba está en la parte derecha. Al tiempo que avanzamos podemos sentir que tal vez no hemos medido bien las distancias. Dudamos si al andar y mirar las tumbas no habremos andado demasiado. Hay gente en la parte derecha, no mucha, dos o tres personas. Giramos también nosotros y nos adentramos entre el nudo de rectángulos de piedra. Entonces vemos el blanco, pero también la torre de Montparnasse, que sobresale sobre los árboles del cementerio, con sus oficinas y su cristal negro que refleja los rayos del sol. Pienso, en un instante, en el pico de la montaña del Valle de los Reyes de Egipto que he visto alguna vez en fotografías y en la analogía que hicieron los faraones con el pico de una pirámide para ser enterrados allí, sin necesidad de construir nuevas y costosas pirámides. Pero ahora no recuerdo porqué pienso eso cuando miro la torre de Montparnasse a lo lejos frente a la tumba de Julio Cortázar.

En la tumba no hay nada. En una placa de metacrilato se pide respeto por el lugar de descanso de los muertos. Está Julio Cortázar y Carol Dumlop, su última pareja. Pero también está Aurora Bermúdez, que falleció en 2014, y que acompañó a Cortázar en París durante los años de Rayuela. Nososotros abandonamos el cementerio pensando, como la Maga, en "pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas". 

jdlc, 19 agosto 2016

Crónica 66

jdlc
Observar la Gioconda de Da Vinci en el Museo del Louvre debe ser parecido a escuchar los grandes éxitos de tu grupo favorito o solicitar una fotografía a tu futbolista preferido. Hay un momento en que todos los presentes nos arremolinamos en la gran sala para presenciar algo que ya hemos visto reproducido cientos de veces. No es posible apreciar el detalle, ni sentir el rastro del autor sobre el cuadro. Ella mira al resto de los mortales convencida que nos superará a todos y que todo terminará por pasar. 

En cualquier caso, estás ahí, rodeado de personas de otros países con tu móvil preparado para la fotografía. Estás ahí esperando tu turno e intentando dejar paso a los que ya han tenido sus segundos de gloria. 

A mí, personalmente, este cuadro no me dice mucho o sencillamente no me dice nada. No he leído el Código Da Vinci y, por tanto, no llego a sentir una atracción hacia este cuadro que supere lo meramente artístico. Entre creer o no creer en secretos centenarios que se han transmitido de generación en generación por unos pocos privilegiados, y ante la ignorancia del resto del mundo, prefiero no creer. 

La vida es complicada y el ser humano, la mayoría de las veces, tiene que estar preocupado por asuntos mayores, la supervivencia y cosas así. Tal es el caso de una de las últimas (creo) teorías sobre la pervivencia del Homo Sapiens sobre el Neanderthal: su capacidad de memoria y su mayor longevidad permitió que transmitiera de generación en generación asuntos como, por ejemplo, los lugares donde se podía encontrar agua cuando esta faltaba en épocas de sequía. Secretos de este tipo han permitido que ahora podamos entretenernos con otros supuestos secretos.

Pero quizás todo esto no tenga relación y no sea más que un delirio intelectual. Ella nos seguirá mirando desde el otro lado. 

jdlc, 18 agosto 20165

miércoles, 17 de agosto de 2016

Crónica 67

Tumba de Jim Morrison en Pere-Lachaise (París)
jdlc
Ser un poeta y morir como poeta. París en la distancia y el seno materno a miles de kilómetros. El cementerio de piedra y los árboles que se agarran al cielo. Rimbaud y Verlaine. El mundo a tus pies y que lo quieras todo ahora. El mundo también ahora. Y escribes poemas pero es la música lo que hay dentro de ti. La música que incita el alma que no muere como no muere tampoco la piedra gris. La poesía no cambiará el mundo. La música tampoco cambiará el mundo. Pero la música te levantará del escenario y serás el otro que está dentro de ti y que conoces pero te asusta. Y serás un poeta y morirás en París como un poeta. El cementerio de piedra gris te acogerá bajo un árbol entre lápidas que se encogen por el paso del tiempo. París en la distancia. La piedra que se mira en la piedra.

jdlc, 17 agosto 2016

domingo, 14 de agosto de 2016

Crónica 65

La gente que camina sobre el Ponts des Arts. La luz en el río y el verde que no refleja el azul. Buscar lo que nadie busca sabiendo que no podrá ser encontrado. El jazz en una calle y es la música el sonido de tus pasos al acercarte. Mirar las cosas por primera vez como recién salidas de la creación del mundo. La gente aturdida que sabe que no volverá, que sabe que nadie nunca podrá volver, que sabe la condena a repetir lo banal, lo insulso, lo menos interesante. Y que dijeras, Yo ya he estado aquí una vez, tal vez en sueños, y que yo no me atreviera a preguntar cuándo, dónde exactamente. 

jdlc, 14 agosto 2016

jueves, 11 de agosto de 2016

Crónica 64

Escuchar la primera canción del último disco de Teenage Fanclub. I'm in love. Escuchar la melodía casi perfecta y el tiempo atrapado en dos minutos y medio. La bofetada temporal mientras piensas en la edad mental y la edad emocional. Como si el tiempo hubiera pasado para lo otros y no para ti que escuchas todavía  el single de Radio y era la única canción que tenías hace veinte años. Teenage Fanclub. I'm in love. Y entonces piensas que el paso del tiempo como acumulación de objetos materiales morirá mañana o pasado mañana cuando todos cantemos juntos You... came to me... with your arms... opened wide...

jdlc, 11 agosto 2016