Aquella tarde en el salón de tu casa,
mientras preparabas el té a la manera de los suicidas,
la incertidumbre del tiempo
en forma de frases a medio decir,
la conversación que madre iniciaba
sobre el experimento del amor,
y la inercia de las pequeñas cosas
en un mundo que giraba indiferente
al envoltorio de pastas inglesas que trajiste
el verano que nos enamoramos
por última vez.
Y la luz de una vela que sigue tiritando de frío.
Y tu sonrisa de lo veinte años desaprovechada
en un mundo sin retorno.
jdlc
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