sábado, 29 de octubre de 2016

Crónica 85

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He decidido dejar atrás mi relación con la Maga. Ella deberá comprender mi silencio y tomará un camino. Volverá a llamar en unos días o semanas y entonces seguiré jugando con ella a los amantes incomprendidos. Pero tal vez no me vuelva a llamar y mi relación con la Maga habrá terminado irremediablemente. Es ella quien deberá decidirlo, quien deberá seguir el camino de baldosas amarillas o el camino equivocado del que hablaban los cero. ¿Cómo saberlo? Le dejaré uno de los libros de este verano. Es posible que sea mi último regalo material. Ya he puesto mi nombre y la fecha en la primera página de cada libro, pero así tendrá un libro mío y al mismo tiempo será suyo. Porque compré dos libros al principio del verano: La espuma de los días de Boris Vian y La vanidad de los Duluoz de Jack Kerouac. He leído todos los libros de Jack que han sido traducidos y en un poema escribí que no debería leer más libros de Jack. Pero aún no he leído este libro. Cuando quedo con la Maga acabo de terminar el libro de Vian, y me ha gustado y ha dejado una sensación extraña en mí. Quizás por lo extraño del propio libro, y por las sensaciones o situaciones extrañas que plantea o describe. Me ha gustado lo de la pianola (no recuerdo bien) que fabrica cócteles según la melodía que se interpreta en ella. Será este el libro que le regale a la Maga. Quizás el último libro que le regale a la Maga. Será el libro que tenga la Maga con mi nombre y la fecha en una de las primeras páginas. Ella podrá arrancar esa página o escribir encima cualquier otra cosa, pero mi nombre está ahí cuando quedo con ella y entonces le explico que ese libro era para mí y lo compré al empezar el verano junto con el libro de Kerouac y he pensado que podría ser para ella. No le menciono nada de que posiblemente sea una de las últimas veces que hablaremos porque he decidido no volver a quedar con la Maga. No de una forma consciente. Dejar la relación aquí o que el tiempo la retuerza según quiera o que ella decida qué debería ocurrir, pero el momento se quedará petrificado en ese instante, en la espuma de los días, en el libro de Boris Vian. 

jdlc, 29 octubre 2016

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