El poeta Pedro Casariego
Córdoba soñaba con trenes hambrientos mientras la vida era púrpura
y nubes, silencio y ceniza. El poeta buscaba los trenes en el tiempo
y el tiempo era agua. Un día el tren hambriento fingió ser el
poeta. Un día el tren era agua y púrpura. El poeta buscó la imagen
y la imagen ya no estaba. El tren tampoco estaba. El hombre delgado
que no flaqueará jamás en una dimensión más abstracta, menos
dolorosa, tal vez más primitiva pero rozando lo perfecto o lo
simbólico. El tren hambriento exigió el cuerpo de su domador. Los
poetas como seres inofensivos que se abandonan al canibalismo de las
emociones. El tren hambriento era la poesía. Pedro Casariego Córdoba
era el poeta.
jdlc, 25 julio 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario