Aquellos
días debieron ser de fiebre y sueño. Los mismos días que Yoko
refugiaba el amor en un tarro de conservas y lo dejaba en una
exposición y el arte era eso: emociones enlatadas en botes de
espinacas. Pero hay que volver a las raíces cuando todo parece un
castillo de fuegos artificiales. Volver a los días de Liverpool, a
los días de los primeros y únicos acordes, a los discos americanos
que sonaban imposibles y eran tan admirados, tan rebuscados para su
imitación que el mundo parecía recién nacido.
Eso era algo que nos gustó del concierto, que al final sonara John
cantando ese Stand by me que grabó para el disco de versiones sobre
el rock, el disco antes de la soledad y la segunda y última
paternidad. Esa canción de B.E. King y la voz nasal y el ritmo
diferente de la guitarra. Los días donde la existencia peligraba y
era púrpura, era ceniza, era un tren hambriento...
...y que los raíles ya no prefiguraran el punto de fuga a lo lejos...
jdlc, 29 julio 2016
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