viernes, 29 de julio de 2016

Crónica 63


Aquellos días debieron ser de fiebre y sueño. Los mismos días que Yoko refugiaba el amor en un tarro de conservas y lo dejaba en una exposición y el arte era eso: emociones enlatadas en botes de espinacas. Pero hay que volver a las raíces cuando todo parece un castillo de fuegos artificiales. Volver a los días de Liverpool, a los días de los primeros y únicos acordes, a los discos americanos que sonaban imposibles y eran tan admirados, tan rebuscados para su imitación que el mundo parecía recién nacido.

Eso era algo que nos gustó del concierto, que al final sonara John cantando ese Stand by me que grabó para el disco de versiones sobre el rock, el disco antes de la soledad y la segunda y última paternidad. Esa canción de B.E. King y la voz nasal y el ritmo diferente de la guitarra. Los días donde la existencia peligraba y era púrpura, era ceniza, era un tren hambriento...

...y que los raíles ya no prefiguraran el punto de fuga a lo lejos...

jdlc, 29 julio 2016

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